La fotografía vive tiempos convulsos. La tecnología digital supuso una revolución similar a la invención de la película fotográfica, en la fotografía analógica. Hoy la inmediatez de resultados ayuda a los profesionales a presentar trabajos impecables. También podemos enviar una foto a cualquier lugar del mundo en apenas unos segundos. Nadie duda de las enormes ventajas de la fotografía digital, pero hay otras formas de comprender la fotografía. La más común y familiar es el teléfono móvil, lo que me lleva a plantearme la pregunta de ¿cámara o móvil?
Píxeles vs. haluros de plata
La fotografía digital llegó a España en la segunda mitad de los años 90 del pasado siglo. La pequeña Casio QV-10 ofrecía una resolución de apenas 360×240 píxeles, pero se trataba de la primera cámara compacta que no necesitaba de película fotográfica para “capturar” una foto. Capturar en lugar de fotografiar. Los primeros años de la fotografía digital trajeron modelos más que aceptables. Recuerdo con cariño cámaras como la Agfa e1280, una compacta que ofrecía una muy buena calidad de imagen y una resolución de 1280 píxeles y también la soberbia serie F de Fujifilm, cuyas compactas disponían de una óptica excelente y el sistema “Super CCD”, que mostraba una calidad de imagen más que satisfactoria.
La fotografía digital tuvo la mejor acogida entre aficionados y profesionales, pese a que el precio de las cámaras digitales no era barato. La Nikon D1 costaba más de un millón y medio de pesetas (unos 9.000 euros) y ofrecía una resolución tan baja como su calidad de imagen. Sin embargo, año a año, mes a mes, salían cámaras que mejoraban resolución, prestaciones y calidad de imagen. Las cámaras compactas iniciaron una carrera hacia el precipicio, desde las Canon IXUS hasta las Olympus Stylus, la calidad general de aquellas compactas fue mermando hasta conseguir lo que parecía imposible: matar a la gallina de los huevos de oro.
Renovarse o morir
La popularización de la fotografía digital agarró a contrapié a las grandes cadenas de fotografía en todo el mundo. En España, cadenas como Fotoprix (la marca fotográfica más importante en la historia de España) vieron como su negocio de revelado y copias se hundía hasta su extinción. Los grandes fabricantes de película Agfa, Fuji y Kodak corrieron una suerte similar. Agfa desapareció, Kodak presentó bancarrota y Fuji aguantó, pero para acabar siendo un espectro del gigante que había sido una década antes y acabar apostando por la fabricación de cremas faciales. Por el camino también desaparecieron marcas tan míticas en la industria fotográfica como Contax, Minolta y Yashica, entre muchas otras. Fueron los años más oscuros de la industria fotográfica, si bien el futuro más cercano puede ser aún peor.
El mundo digital
Nicholas Negroponte publicó en 1995 su libro “El Mundo Digital”, donde auguraba que la tecnología sería capaz de transformar la información como en su día la imprenta lo hizo con los libros. El visionario Negroponte predijo la creación de dispositivos capaces de reproducir música, abrir la puerta de nuestro garaje, acceder a prensa escrita o incluso hacer una fotografía. El acceso a internet era –hace treinta años– la clave para reunir distintas tecnologías en un solo dispositivo. Dicho y hecho.
Y llegó el móvil
Ese dispositivo imaginado por Negroponte llegó y no sólo con las prestaciones que había vaticinado el genio del MIT. También podía hacer llamadas telefónicas, mostrar carreteras y mapas, encontrar un restaurante cercano, enviar correos electrónicos, acceder a redes sociales y realizar llamadas internacionales gratuitas a través de servicios de mensajería, como Whatsapp. Pero sobretodo, teníamos una (peor o mejor) cámara en nuestro bolsillo. Una cámara que SIEMPRE estaba con nosotros y que con los años llegó a superar la calidad de la mayoría de las primeras cámaras compactas digitales.
¡Bienvenido, iPhone!
Los teléfonos Apple iPhone se han convertido en sinónimo de calidad fotográfica. De hecho, la firma de la manzana mordida llenó medio mundo con lonas que cubrían edificios, a partir de fotos realizadas con teléfonos iPhone. La realidad escondía el mejor trabajo de edición de fotografías de la historia, pues resulta imposible conseguir grandes ampliaciones a partir de fotografías hechas con un móvil. La calidad óptica queda relegada tras un software de gestión de imagen soberbio, que es la auténtica magia que esconden todos los smartphones. A día de hoy, móviles como los Google Pixel mejoran en calidad de imagen a los iPhone, aunque los fanáticos de la manzana piensen lo contrario.
Nacida para morir
En la edad dorada de la fotografía analógica cuando acabábamos un rollo de 36 exposiciones debía acudir a un laboratorio fotográfico para revelarlo y obtener las copias en papel. El segmento profesional y aficionado guardaba los negativos y las copias en papel, respectivamente, en archivos y álbumes. Prácticamente todas las familias tenían sus álbumes de fotos, ya fueran de eventos familiares, como de vacaciones.
La fotografía digital es intangible. Una foto digital no se puede tocar y ya nadie hace copias en papel de sus fotografías. De hecho, a diario se borran millones de fotos digitales, pues es lo primero que hacemos al ver las fotos que hemos hecho en un viaje, un evento o una salida fotográfica. La fotografía digital nació para morir. Casi nadie archiva y clasifica sus fotos digitales. Aún menos las que hacemos con el móvil. Vivimos el momento de la historia en que se hacen más fotos, pero a la vez es cuando más fotos se pierden. Es la paradoja digital.
Crisis… What crisis?
El título de un álbum de Supertramp me sirve para hablar de la mayor crisis en la industria fotográfica desde la aparición de la fotografía digital. Sólo el segmento profesional y los aficionados más ortodoxos siguen fotografiando con cámaras y ninguna multinacional vive de un número tan reducido de consumidores. Las cámaras compactas digitales desaparecieron debido a la pésima calidad de materiales de construcción (puro plástico), diseños que dejaron de innovar, una calidad de imagen decepcionante y móviles que incrementaron sus precios de tal manera que el consumidor tuvo que elegir entre un dispositivo multifunción o una simple cámara compacta. La decisión fue sencilla y por eso hoy la mayoría de nosotros hacemos fotos con los móviles.
Las cámaras digitales perdieron ya hace lustros la aureola de dispositivos fotográficos y pasaron a ser simples electrodomésticos. En muchos casos, con fecha de caducidad incluida, debido a la obsolescencia programada. Si a esto unimos precios absolutamente irracionales y desorbitados, un “Made in China” que los fabricantes esconden en el compartimento de la batería, materiales de construcción plásticos baratos e indignos de una cámara fotográfica y tecnología “capada” en los modelos más asequibles, encontramos que quienes amamos la fotografía nos hemos hartado de –en el mejor de los casos– medias verdades, sino mentiras.
Conclusión
Los móviles han ido comiendo terreno a las cámaras fotográficas. Cada vez ofrecen una calidad de imagen más satisfactoria. Por su parte, los fabricantes de cámaras digitales optaron dejar en manos de los “minnesotos” (esos genios salidos de las escuelas de negocios) las estrategias de márqueting. Añade a los influencers al cóctel y entenderás por qué la industria fotográfica está condenada a la extinción. Por eso decidí hace seis años regresar a la fotografía analógica. No fue por nostalgia. Fue por honestidad. La honestidad del metal en las manos y de auténtico cristal, no vidrio “orgánico”. La honestidad de la técnica fotográfica, en lugar de la tecnología. Pues como dijo el sabio… Cuando la tecnología entra por la puerta, la creatividad salta por la ventana.
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